martes, 25 de octubre de 2011

Carta de la Virgen Maria a sus hijos.-

Estoy al lado de la Cruz y desde allí recurro a tu soledad.
Tu, que tantas veces me miraste sin verme y me oíste sin escucharme.
A Ti, que tantas veces, te distanciaste de las huellas que dejé en el mundo para que no te pierdas.
A Ti, que no siempre crees que estoy a tu lado, porque que me buscas sin hallarme y pierdes la fe de encontrarme.
A Ti, que piensas que soy sólo un recuerdo y no llegas a comprender que estoy viva.
En el principio de tu vida estaba yo, y lo estaré al final de tu vida, porque mi tema preferido es el AMOR.
Esa fue mi razón para vivir y para morir. Fui elegida la Madre del Amor. Fui libre hasta el final, como quiero que lo seas tu.
Tuve un ideal claro y lo defendí con mi instinto maternal, luchando contra el dolor y la impotencia.
Soy maestra y servidora, fiel al mandato que el Señor me dio.
Soy sensible a la amistad y espero que tu alma, me regale ese lazo profundo de intimidad.
Estoy segura que en tu corazón, tienes un tesoro escondido hijo mio: no tengas miedo de mostrarlo.
Te encontrarás a ti mismo y te sorprenderás cuando descubras cuánto tienes aún para dar.
¡Cómo espero verte crecer humanamente: leer a través de la transparencia de tu mirada las necesidades de los otros; descubrir la alegría en todo lo que encares. En definitiva, no verte arrepentido de haberte abandonado al Amor, con las lágrimas y el dolor que eso implica, con la soledad y la renuncia que conlleva, con la incomprensión y la desatención de los más cercanos!.
Recuerda que yo permanezco casi sola frente a la Cruz que tiene a mi Hijo, y que desde ahí, no sé ni cómo ni por qué, aún con mi propia debilidad, recobro fuerzas, y voy en busca de los que el me encomendo.
Por eso, cada vez que sientes que aflojas en tu perseverancia, búscame.
Cada vez que te sientas cansado, háblame, cuéntamelo.
Cada vez que te creas poca cosa, no te olvides que el Señor me eligió por mi pequeñez y honró mi sencillez.
No te canses de pedirme, que yo no me cansaré de darte.
No te canses de seguirme, que yo no me cansaré de acompañarte.
Nunca te dejaré solo. Y recuerda que como alguna vez le dije a Juan, a ti también te digo: Aquí me tienes a tu lado.

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